Eran las 00:30, estaba casi dormida, cuando de repente sentí en mi cara el dulce roce de una caricia que hizo transmitirme un sin fin de sentimientos de los mas hermosos que se pueda imaginar. Aquella sensación me hizo sentir la persona más querida y protegida sobre la faz de la tierra. Algo en mi pecho latía muy intensamente. Era mi corazón. Aquel fantasma me había confundido con su amada. Debía ser el fantasma de un soldado de la Primera Guerra Mundial, muerto en batalla, allá por el año 1914, que dejó destrozado el corazón de una de aquellas preciosas y dulces chicas de la época, vestidas con fino encaje, con el pelo recogido a la nuca. En cualquier caso, me identificaba personalmente con ella, cada vez que salía de casa, sentía una gran protección a mi lado,el miedo no era más que un desconocido para mí. Sabía que él me acompañaba a cualquier lugar, y que cuando llegaba la noche, se sentaba en mi cama a mirar mi inocente rostro mientras dormía.
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