Romanticismo, una tendencia a caer en
ese sentimiento que hace rotar al mundo, el amor; según los
literarios, con cierto incapié en la naturaleza, en la amplitud del
alma, en resumen, en la belleza. Un cierto interés por los ideales
de la Edad Media les hace defensores de la pureza en la intención.
Para el romántico, el arte es una
experiencia de verdad, algo invisible para los ojos, pero que
convierte al corazón en un auténtico visionario de los
sentimientos. La exaltación del amor y la belleza en sí misma son
el motor de este movimiento tan famoso allá por los siglos XVIII y
XIX. Para los románticos, la razón no existe, es una mera invención
del ser humano para contradecir al corazón. No pretenden imitar la
realidad, sino expandirla, crearla. El mundo no sería mundo si no se
le hubiera creado una imagen, pues bien, ellos insisten en crear una
nueva, dejándose llevar por los impulsos que tan feliz hacen a una
persona, dejando a un lado esas racionalidades que tantas veces
depositaron en nosotros la más absurda de las decisiones.
“La belleza es verdad, la verdad
es belleza.” John keats.
Para la mentalidad romántica, “el
arte es un reflejo del interior mismo del poeta”.
Para los románticos, la belleza está
en lo que no responde a unas reglas determinadas, sino en aquello que
diferencia a una persona de otra, su carácter.
Para ellos, todo sentimiento ha de ser liberado.
Para ellos, todo sentimiento ha de ser liberado.
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