martes, 29 de mayo de 2012

Érase una vez, hace 22 años, en un reino muy lejano, nació una niña que dedicaría su vida a cambiar el color negro del mundo por los colores de la primavera, que amaba la naturaleza, las hadas, las princesas, el amor de verdad, y la BELLEZA de las cosas. Un buen día, mientras se encontraba sentada en medio de una linda pradera, escuchando el sonido del viento y de los pájaros, se preguntó, ¿cómo podría llevar siempre conmigo esta imagen tan bella? entonces se le ocurrió una fantástica idea, decidió tomar todos los elementos de un paisaje para sí. Se acercó a un pequeño arroyo, donde roció su mano con el agua cristalina, y tomó de ella la transparencia de su carácter; su olor, de las flores; su optimismo, del cantar de los pájaros; del contraste entre el cielo y el río, el color de sus ojos; del sol, tomó prestados sus rayos para colorear su cabello de finas hileras de oro; del color verde de la hierba, la esperanza; de la lluvia, cuando llovía, la serenidad; y del amanecer, cogió la ILUSIÓN. Y así intentaría reflejarlo en su mundo y a todos los que supieran escucharla.



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