jueves, 6 de junio de 2013
Y para contrarrestar el sabor salado de este mar en soledad,
me pido una de tus caricias de chocolate... Tan dulces como el olor de un bebé,
tan lascivas como cada mirada dedicada desde el otro lado de la habitación, al otro
lado de nuestro universo, formado en el big ban de nuestras miradas, aquella fría
noche de invierno. Miradas objeto de nuestro deseo, quizás como respuesta a un
futuro que entrelazaba nuestro destino. Éramos como dos piezas de ajedrez en
manos de la vida.
Callarse es...
Callarse es saber cuándo la vida
deseará arrebatar con su envidia
aquella ilusión que reanima
el dulce anuncio de una niña.
Una niña enamorada
ansiosa por contar su nada
su todo,
la inocencia de su esbozo.
Su rostro lleno de alegría
¡cómo sonreía!
mirando la otra mitad de su espejo
aquel que albergaba el reflejo
de un niño perplejo
que de amor me convencía.
Imagen bipolar, a la vez, parecida,
luchando en la tempestad del contrario
alma del temerario,
no temas, que es tu vida.
No necesitas ya del miedo
sino de la valentía,
para enjugar el amor
en la noche y en el día.
N. S
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